¿Cáncer de mama? ¿Un hombre? Que no Nieves, ¡cómo voy a tener un tumor en el pecho! No le des más vueltas, mujer, eso sólo afecta a las chicas, como el de ovario.
- Miguel, ese pezón metido hacia dentro tiene muy mala pinta. Yo he oído en algún sitio que hay hombres operados de este tumor. Ya he llamado a la doctora. Mañana, a las diez, acudimos a su consulta.
Fuenlabrada (Madrid), abril de 2008. El cáncer de mama en hombres es raro, y debido a esa pequeña incidencia que despista, se suele diagnosticar cuando la enfermedad está avanzada. En un mes, el pronóstico fue fulminante: carcioma de mama con metástasis en tres ganglios. En jerga de la calle, Miguel padecía cáncer de mama. Sí: Miguel Amarilla (Mérida, 1955) es la excepción que confirma la regla de este tumor que afecta en el 99% de los casos a las mujeres. En el Hospital de Fuenlabrada, localidad en la que reside, llevaron su dolencia.
Miguel pronuncia el día de la operación más rápido que la fecha de su cumpleaños: “Fue el 22 de mayo de 2008”. No lo tiene grabado por los nervios que se despiertan ante cualquier intevención. Ese mismo día, en La Coruña, recibía sepultura su suegro. Ironías de la vida. “No pudimos ir. Ni siquiera Nieves, que se quedó conmigo. Yo quería a mi suegro como un padre…”.
Los tratamientos empleados en el cáncer de mama en hombres son exactamente los mismos que se emplean en las mujeres. Existen cuatro tipos de tratamiento estándar: cirugía, quimioterapia, radioterapia y terapia hormonal. Quizá una de las pocas diferencias es que en las mujeres los cirujanos optan por una operación conservadora, mientras que a los varones se les suele extirpar completamente la mama. Estéticamente tiene menos consecuencias y la glándula mamaria en los hombres es más pequeña.
Al conversar con Miguel, uno se da cuenta de que a él no le dolió la enfermedad física, que es la que se aprecia en las pruebas diagnósticas, sino la psicológica. La voz se le resquebraja y los ojos se le inundan de lágrimas sólo y exclusivamente cuando recuerda a su suegro y habla de Miguel, Nieves y Javier, sus tres hijos. Mira a su esposa, y se vuelve a emocionar: “Mi familia entera siempre ha estado ahí”. Ella no responde. Le acompaña en silencio, como hay que acompañar muchas veces en esta dura enfermedad. Ella es la que le ayuda a proyectar esperanzas en pequeñas cosas. “Quiero que Nieves conozca Suiza” y le anima a que no deje de lado sus hobbies. “Me encanta el senderismo”. Aunque no lo puede negar: su verdadera perdición es Naira, su nieta.
Miguel permaneció un año de baja, que era lo mínimo que le exigía la doctora. "Todos los meses le pedía por favor que me diera el alta, que lo que quería era trabajar". Cumplido el plazo, se negó a presentarse ante el tribunal médico que lo invalidaría de su trabajo para siempre. “Se tiene que permitir conciliar la vida laboral con el cáncer. ¿Cómo me iba a quedar en casa el resto de mi vida? ¡Si estoy estupendamente!". Es una de las mayores quejas de Miguel. "Yo no estoy inválido. Puedo, quiero y necesito trabajar". Sabe que él tuvo suerte de contar con un jefe que siempre le dejó las puertas abiertas para volver cuando la enfermedad se lo permitiese. "Por él hubiera vuelto un mes después de la operación", le regaña Nieves.
La oncóloga Graciela García, especializada en cáncer de mama, recuerda que es importante que la población masculina esté informada de que existe esa pequeña posibilidad de desarrollar un cáncer de mama. “Es como a quien le toca la lotería. ¿Cómo te vas a imaginar que te va a pasar a ti?”, cuenta Miguel. Pero, a veces, llega.
Miguel es un hombre atípico por sufrir una enfermedad femenina (“en todos los papeles hospitalarios siempre ponen: Doña Fulanita de Tal, enferma de...”), porque nunca le importó la estética (“no quise reconstruirme la mama. Luzco la cicatriz como si fuera un torero”) ni se avergüenza por decir el cáncer que padecía. “De mama, sí, hombre, del de pecho de toda la vida”. Resulta extraño también escuchar a un extremeño que pronuncia las eses con un acento que sólo es posible marcar si llevas cuarenta años viviendo en Madrid.
Al tener menos masa mamaria, en los hombres existen mayores probabilidades de que el tumor se extienda a la piel y a los músculos circundantes. A Miguel le rasparon hasta las costillas. “Te morirás de cualquier cosa, Miguelón, pero de cáncer de mama, del pecho derecho, imposible”. Se toma una pastilla al día y acude una vez cada siete meses a la rutinaria revisión. Su hija, que ya ha cumplido 30 años, es la que tiene más posibilidades de heredar la enfermedad. "Los chicos no. Pero ella y mis sobrinas tienen que hacerse pruebas de prevención anualmente".
Miguel lucha por tener calidad de vida, y ahora acompaña en sus ratos libres a otros enfermos de cáncer, para que nunca se sientan solos. "¿Qué me van a contar a mí que no sepa, si soy un hombre he sufrido un cáncer de mama?